El mundo globalizado espera también un derecho de aplicación universal, globalizado, para cuya formación, que ya ha comenzado, se parte de tres fuentes, que muy probablemente se modificarán y acondicionarán según las proyecciones de las relaciones internacionales contemporáneas y a los equilibrios políticos que pueden preverse: por la influencia mayor de potencias y sus aliados; por la presión de procesos de integración exitosos; y por el perfeccionamiento de nuevos convenios de alcance universal, que seguirán a los ya existentes. La formación del derecho global descansa en una respuesta adecuada, que convenga a los intereses políticos de los Estados o que sea la que ofrezca el mejor panorama posible para otros que tienen dificultades en hacer valer sus intereses, por la escasa o nula influencia política mundial. En resumen, unos Estados escogerán la competencia y otros la complementariedad, entendida ésta como unión de recursos y esfuerzos. Una conclusión sobre realidades nacionales solventes y que abran un camino de indudable influencia llevaría a tratar de imponer una institucionalidad jurídico-política que se base más en el sistema de la potencia dominante o emergente y de sus aliados. Para los Estados socios de un proceso exitoso de integración y para Estados medianos y pequeños que no han logrado todavía configurar esa respuesta adecuada, el llamado Derecho Comunitario si puede ser un recurso sumamente válido.