Realmente "Picolao" era un hombre extraño y duro, porque así había hecho la marisma a toda esa raza de marismeños y pateros durante siglos, para que llegasen a ser una parte integrante de ella, como los patos y ánsares y demás pobladores de esa parte de nuestra geografía. No tenían más remedio que ser duros para soportar esa vida, a veces áspera y seca, y otras húmeda y fría, pero había que tomarla, como Dios mandaba, y Picolao, que contra ese mandato no luchaba, si lo hacía contra los furtivos y otros enemigos naturales que también le eran enviados para destrozar su hábitat. Luchaba contra todas esas cosas, pero al mismo tiempo se lo tomaba con gran filosofía, porque él, aunque ni él mismo lo sabía, era un gran filósofo. Sus "saberes" como Picolao decía, se los habían dejado los anteriores "Picolaos", él era el IV, que también como él, ya pensaron como patos y ánsares para llegar a ser una parte esencial de esa Marisma a la que todos sus habitantes amaban con pasión loca.